Imagen del virus del Ébola

Médicos Sin Fronteras enseñan cómo combatir el ébola

Voluntarios viajan a regiones del África afectadas por el virus, arriesgando sus vidas para ayudar a personas que combaten la epidemia en situaciones muy precarias

El panorama en el Centro de Tratamiento del Ébola en la boscosa ciudad de Gueckedou, en el sureste de Guinea, puede parecer desolador. Pero ahí vemos a médicos de todas partes, arremangados, aportando saber y esperanza a los habitantes de la región. 

Traen su conocimiento médico y muchas latas de desinfectante amarillo, con el que combaten la epidemia. Su tarea es dramática, pero brota de ellos una humanidad conmovedora, una generosidad ilimitada.

Todos los días son parte de la lucha contra el brote de ébola. Gueckedou fue donde el primer caso fue reportado el pasado mes de marzo. Hasta allí han llegado varias ONGs del resto del mundo, repletas de voluntarios que se dejan en cuerpo y alma para salvar vidas.

Médicos Sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional han enviado entre ambas a 400 médicos y especialistas, que desde el lugar de los hechos luchan contra el brote, intentando aplacar la situación. Desde el pasado 22 de julio hasta hoy, un centro de atención de Médicos Sin Fronteras instalado en Guinea, ha tratado a un total de 152 pacientes de ébola.

“Mucha gente murió delante de mí. Fue un momento muy delicado, salí y lloré. A algunos, antes de morir, les damos la mano, le acariciamos el pelo y nos sentamos con ellos un rato”, cuenta Adelle Millimouno, una de las enfermeras que día tras día se enfrentan a la epidemia. Pero, aclara, son los supervivientes, nos cuenta,  los que le dan fuerza para continuar con su desgarrador trabajo. “Me armé de valor para venir a trabajar aquí y ayudar a salvar mi comunidad. Me siento muy orgullosa de nuestro trabajo. Hemos salvado unas 40 personas”, recuerda, orgullosa.

Mano de un sanitario cogiendo un bote con la vacuna para curar el Ébola
La clave fue demostrar que con el tratamiento la gente sobrevive| Getty Images

Algunos trabajadores sanitarios se trasladan 12 kilómetros hasta aldeas vecinas, como Kollobengou. Los médicos no solo atraviesan espesas selvas, sino que deben negociar con los líderes comunitarios, para que entiendan que el personal sanitario viene a ayudarlos y no a traerles mayor mal. Muchas veces, el jefe local de los funcionarios del Ministerio de Salud, encargado de coordinar la lucha contra el virus, se levanta y pide a los vecinos que no tengan miedo y que permitan al personal médico hacerles preguntas y examinar a los que podrían estar enfermos.

Los voluntarios también distribuyen jabón y cloro. El virus muere fácilmente si las personas mantienen una buena higiene personal. También llevan agua, escasa en muchas poblaciones y fundamental para la salud y la higiene. No fue fácil para los sanitarios, que tuvieron que ganarse la confianza de los habitantes de la región, pero lo lograron con paciencia y dedicación.

La clave fue demostrar que con el tratamiento la gente sobrevive, y que “cuanto antes vayas a ser tratado, más posibilidades tienes de sobrevivir. No arriesgas además la salud de tu familia, porque los que te cuidan son los más expuestos”, explica el doctor Abdurahman Batchili, coordinador del Ministerio de Salud para tratar el brote de ébola en Gueckedou y en sus bosques cercanos.

Batchili comentó que la situación ha mejorado, con menos pacientes registrados cada día. “La población comienza a ser consciente de los peligros del brote. Esperamos que con esta situación, en uno o dos meses, como máximo, terminemos con este brote”, afirma. Ojalá sus palabras sean ciertas, pero mientras tanto hay que celebrar los esfuerzos de médicos y voluntarios que dan todo por su trabajo humanitario.