En Buenos Aires, la Fundación SI convocó con gran éxito para armar títeres, juegos de mesa y muñecos para repartir en Nochebuena.
La casa chorizo de Palermo es un enjambre de gente. Se mezclan la música, las risas de los chicos, el olor a comida. Hay payasos por todos lados. Parece una fiesta. Y en algún sentido lo es. La sede de la Fundación Sí se convirtió en una fábrica de juguetes, y la mano de obra desborda. Muchas son manitos que pintan y arman muñecas y títeres para que otras manitos puedan jugar.
Esta organización no gubernamental que tiene a Manuel Lozano como referente, funciona durante todo el año con diferentes iniciativas. Tiene mil voluntarios, muchos muy jóvenes, y por segundo año dedican este mes a los juguetes. Los primeros días fueron los más tranquilos, pero el boca a boca comenzó a funcionar hasta que la casona explotó de gente dispuesta. Solamente el domingo pasado, unas 500 personas se acercaron a bordar, pintar, coser y ensamblar. La convocatoria fue tal que hubo que hacer fila para ponerse a trabajar. En tres semanas, pasaron 8.000 personas por la Fundación.
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Matías tiene 21 años y es uno de los tantos colaboradores que van guiando a la gente que entra a la casa de colores de Carranza al 1600. “En este salón pueden hacer muñecas con medias, más allá títeres de dedo o sonajeros. Por este salón se fabrican títeres de mano, en el de al lado caballitos de madera y en el fondo los juegos de mesa”, explica. La gente elige qué hacer. Todos los elementos están a mano, donados por algunas empresas o colaboradores que los llevan. En cada habitación un coordinador explica los pasos que deben darse para que cada juguete quede impecable.
El jardín es precioso. Atravesado por banderines y bombitas de colores, es el corazón de la fábrica. Las familias se acomodan en las irregulares mesas de madera con sus pinturas, sus tableros y sus pinceles, y se disponen a decorar dominós, dados, fichas y recorridos con trampas y premios.
Está claro que lo de venir a ayudar es un plan familiar. Las explicaciones de los padres se replican con sutiles diferencias: “nuestros hijos tienen de todo”, “se trata de compartir”, “hacer algo con las propias manos tiene un valor especial”, “no todo se compra”. Los chicos, muy bien predispuestos y muy piolas, como Lorenzo, de 12 años: “Es una forma de ayudar a que las personas que no tienen nada tengan alguna posibilidad de pasarla un poco bien de alguna manera”. Alguna posibilidad. Un poco bien. De alguna manera.
Visto en Clarín