Una madre y sus hijos con las manos pintadas

Escuelas se adaptan a nuevas formas de familia

La inserción de las familias homoparentales en las escuelas es algo muy nuevo con lo que la sociedad argentina está aprendiendo a convivir

Al llegar a la puerta del jardín de infantes, una compañerita de Santi le pasó el brazo por el hombro, caminó con él hasta la salida y le dijo: “¡Qué suerte, hoy vinieron tus dos mamás!”.

Esa es la anécdota que suelen contar Silvina Maddaleno y Andrea Majul, madres de Jazmín, Abril y Santi, trillizos que hoy tienen cinco años y asisten a una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires. Luego de 14 años de convivencia, ellas deseaban formar una familia y lo lograron gracias a tratamientos de fertilización asistida.

Cuando decidieron compartir un proyecto de vida, nunca imaginaron que el Estado iba a permitirles casarse, apuntar a sus hijos con el apellido de ambas y participar activamente en una comunidad escolar como una familia más.

La inserción de las familias homoparentales en las escuelas es algo muy nuevo con lo que la sociedad argentina está aprendiendo a convivir.

Una familia homoparental, 2 mujeres y 3 niños
La inserción de las familias homoparentales en las escuelas es algo muy nuevo | Getty Images

Maestros y directivos de las escuelas públicas y privadas cuentan con posibilidades de formarse en cursos que les den herramientas para comunicarse con los niños desde estas nuevas realidades. Los modelos de familias han cambiado y con ello la forma de comunicarse entre la escuela y la casa.

¿Algunos ejemplos? La reunión de padres ahora es “reunión de familias”, las notas del jardín ya no dicen “Mami”, además de que hace más de una década que no se festeja el Día de la Madre ni del Padre, sino el Día de las Familias. El simple “papá y mamá” parece quedar lentamente en desuso.

De acuerdo con el Censo de 2010, hay cerca de 5000 familias de este tipo, el 97% de las cuales son comaternales. En el caso de las mujeres, muchas optan por la inseminación artificial con donante, mientras que los hombres, en su mayoría, eligen la adopción.

Este es el caso de Julio Pasquarelli y Sergio Contrera. Luego de una relación corta, volvieron a encontrarse en 2008. Julio era psicólogo y había adoptado a Octavio, que en ese entonces era un bebé. Actualmente, “Oki” es alumno de 2° grado de la Escuela Normal Superior Mariano Acosta.

“Los chicos de ahora no son como éramos nosotros -cuenta Néstor Mascaro, maestro de Octavio-. No ven la homosexualidad como algo horrible, sino como algo natural, como una forma de vivir. Si les das una cartulina color rosa a los niños, no hacen problemas, no lo asocian con nada. Creo que hemos avanzado mucho socialmente”.

Unos niños levantando la mano en una clase
Los modelos de familias han cambiado y con ello la forma de comunicarse entre la escuela y la casa | Getty Images

El caso de Julio es como el de muchas parejas que tuvieron sus hijos antes de la ley de matrimonio igualitario sancionada en 2010.

Para que esos chicos tengan el apellido de ambos padres y gocen de los mismos derechos que tienen los hijos de familias heterosexuales, en 2012 se dictó un decreto de necesidad y urgencia que les permitió acceder a la igualdad tan ansiada.

“El hecho de presentarnos a las reuniones, mal llamadas 'de padres', ya que son de familia, hizo que nos identificaran las autoridades y los docentes como 'los papás de Oki'. Jamás hemos sentido o experimentado ningún tipo de discriminación. Quizás, a partir de nuestro casamiento, surgió la curiosidad de saber cómo funciona una familia con este estilo”, describe Julio.

María Abate es maestra de primaria en la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Mariano Acosta. Tiene 38 años y, como muchos docentes de la institución, ha vivido la experiencia de tener alumnos de hogares homoparentales.

“El cambio en mí se dio en forma personal, trabajando con los prejuicios. Cuando empecé en 1995, no se hablaba sobre estas posibilidades. Hoy es una realidad que vivimos en las aulas y los docentes debemos formarnos para estar a las alturas de esta evolución”.

Una pareja homosexual
En las reuniones de familia, los profesores llaman a Julio y Sergio "los papás de Oki" | Getty Images

En el año 2005, Olivier Vécho, profesor de Psicología de la Universidad de París, presentó una tesis sobre el desarrollo socio-afectivo de niños y adolescentes, de entre 6 y 16 años, criados en familias homoparentales en Europa y Estados Unidos.

Sus conclusiones muestran que estos niños no se convierten en homosexuales con más frecuencia que los otros, que su identidad sexual es tan sólida como la de los demás y que sus comportamientos sexuales son semejantes a cualquier joven de su edad.  La única diferencia que Vécho registró en su investigación es que los niños criados en estos hogares tienen mayor preocupación por la mirada ajena.

“Nosotros hablamos de todo -dice Julio Pasquarelli- como por qué hay más niños con mamás y papás, por qué hay chicos que se visten de mujer, por qué muchos papás y mamás viven separados, por qué algunos tienen hermanos y otros no, por qué si a él le encantan los coches de carreras a otros no les gustan. Hay que acompañar las palabras con mucha coherencia y afecto. Poner de relieve la importancia de amar bajo cualquier forma o modo".

Primer plano de unas manos escribiendo en un ordenador y varios análisis
La única diferencia en estos niños, según el estudio de Vécho, es que tienen mayor preocupación por la mirada ajena | 89Stocker

Un nuevo concepto

Sin dudas, el concepto defamilia”  ha revolucionado en las últimas décadas. Los niños hablan de la novia de papá, de los hijos del marido de mamá, de sus dos papás o mamás sin escandalizar a nadie.

Ricardo Sobrón es director de la Escuela Pública N° 13 Raúl Scalabrini Ortiz, en Colegiales, y en su comunidad escolar también cuentan con casos así.

“La sociedad evolucionó y las familias ya no son de un solo formato: hay familias tradicionales, familias ensambladas, familias monoparentales, homoparentales. Los docentes debemos adaptarnos a los cambios sociales -explica-. Ningún docente me planteó nunca nada ni tampoco lo hicieron los padres. Están quienes aceptan este tipo de cambios sociales sin ningún problema y estarán los que no los aceptan interiormente, pero no dicen nada ni ofenden a nadie”.

¿Y hay que preparar a los hijos de padres del mismo sexo para enfrentar alguna situación en particular?

Una clase y un docente hablando con una alumna
Ricardo Sobrón manifiesta que los docentes deben adaptarse a los cambios sociales | Getty Images

“En realidad, los niños criados en este contexto suelen ser algo sobreadaptados, por la necesidad de mostrar al mundo una imagen respetable" -opina la licenciada Irene Meler, coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires[APBA].

"Por lo demás,  los homosexuales serán tan buenos o malos padres como los heterosexuales, según el caso. Hasta es posible que en las primeras generaciones de parejas del mismo sexo que crían niños en conjunto se registre un especial esmero en la crianza, con el propósito de ganar reconocimiento y legitimidad”.

Meler destaca, eso sí, la necesidad de establecer un espacio para la sensibilización y capacitación de los docentes sobre este tema. “La tarea debería encararse permitiendo que todos expresen sus percepciones y valores sobre la cuestión”, dice.

En efecto, las escuelas ya están trabajando en estos temas. En el caso del Mariano Acosta, hay un programa de Educación Sexual Integral, adaptado a los tres niveles de enseñanza, que permite abordar estas realidades con mucha más preparación.

Primer plano de la mano de una niña pintada
Estos niños están sobreadaptados por su necesidad de mostrar al mundo una imagen respetable | Getty Images

Los docentes de todo el país buscan dónde formarse en este tema y uno de los lugares más demandados para ello es el Centro de Pedagogías de Anticipación (CePA), un espacio público creado con ese fin.

Es de gran ayuda para los maestros adquirir el vocabulario y las metodologías para tratar estos temas en la medida en que, muchas veces, ellos pueden trasladar sus propios prejuicios sin darse cuenta.

“En mi formación como maestra, la familia era mamá, papá e hijos. A lo sumo había abuelos, tíos o un perro. Armábamos títeres o hacíamos dibujos con ese modelo. Hoy, eso ya no está y tengo colegas a los que les cuesta mucho este cambio de mentalidad, porque no es un conocimiento nuevo, es una forma de ver la vida.

Por eso es bueno que nos preparemos para estar a la altura de estos cambios”, sostiene María Abate, quien luego de un doble turno de trabajo en la escuela, se dedica a perfeccionarse.

Una familia junto a su hijo jugando
No es un conocimiento nuevo, es una forma de ver la vida | Getty Images

Mamá y mamá

Eliana y Gabriela tienen 35 y 36 años, respectivamente, y sorprenden cuando cuentan que hace casi dos décadas que están juntas.

En 2007 nació Juan, el hijo de ambas, que va a la escuela desde los 2 años. “En el primer encuentro con madres, padres y/o familiares de la sala, nos presentamos ambas como las mamás de Juan y nunca fue un obstáculo en la socialización de nuestra familia ni de nuestro hijo con sus compañeros -relata Gabriela-.

»El acompañamiento del equipo docente estuvo siempre, como el hecho de adaptar las notas y comunicaciones a un lenguaje inclusivo. Y de nuestro lado también, al compartir con ellos la evolución en la obtención de derechos para nuestra familia, como cuando nos casamos o cuando Juan cambió su partida de nacimiento porque fue reconocido legalmente como hijo de ambas en 2012”.

Representación de una vida inclusiva
Una de las cosas más importantes que tiene que hacer la escuela es adaptar las notas y comunicaciones a un lenguaje inclusivo | Getty Images

Hace cinco meses que se mudaron a Córdoba y allí viven la misma experiencia que vivían aquí. Dicen que están contentas con el lugar que la sociedad les ha dado como familia. Aunque el camino para estos cambios sociales está allanado, no todo son rosas y  muchas instituciones educativas aún tienen mucho para hacer.

Si bien las escuelas tienen que asegurar el derecho a la educación a todos los niños del país, este tipo de realidades impactan en instituciones con distintas orientaciones y aún no saben cómo resolver el dilema.

“Si bien a nosotras no nos pasó -advierte Gabriela-, hay escuelas en las que una familia oficializada no ha sido bien recibida ni integrada. Hay mucho para trabajar aún”.

Argentina se encuentra entre los primeros países en el mundo en reconocer los derechos de las familias homoparentales y en aceptar socialmente su inclusión en todas las áreas de convivencia.

Una estatua simbolizando la justicia
Argentina es uno de los primeros países en el mundo en reconocer los derechos de las familias homoparentales | PixaBay

La psicóloga Nora Steindl lidera gabinetes de orientación en varios colegios y cree que  lo más importante es trabajar los prejuicios del docente para que no se transformen en actos de estigmatización y discriminación del niño.

“No hay fórmulas exactas: hijos de padres separados tienen tales conductas, hijos de parejas homosexuales presentan tales características. No, no es así. Cada alumno es una singularidad en su contexto y generalmente están abiertos a la convivencia con lo diferente. Lo que se aconseja transmitir a los chicos es lo que hablamos en las reuniones docentes: la diferencia no es desigualdad”.

El respeto a la diversidad es un hecho, según la experiencia de estas familias. La discriminación no dejará de existir, pero la educación argentina está repensándose ante la irrupción de estos nuevos modelos familiares para poder contener y formar a sus hijos en un contexto de igualdad.

Silvina Maddaleno lo resume muy bien: “Si nuestros hijos crecen con la idea de la diversidad como valor, lo chocante será ver una familia en la que los integrantes no se quieran, se violenten, no se cuiden entre sí. No será chocante ver a una familia compuesta por dos papás o dos mamás”.